Tenemos una deuda pendiente con vosotros: presentaros a un nuevo miembro que se ha incorporado hace poco a la familia, un cachorrillo peludo que parece descender del mismísimo Chiwaka y que se desenvuelve con la frescura de Han Solo.

El caso es que cuando en esta nueva etapa empezamos todos a convivir, este pequeño Chiwaka tenía una oreja hacia arriba y la otra hacia abajo porque no tenía aún fuerza para levantarla y nos recomendaron todo tipo de remedios, a cual más incómodo para él, para que mantuviera las dos orejas hacia arriba y así evitar enfermedades, suciedad, etc. Decidimos esperar y sin aplicar ninguno de esos remedios, ahora tiene siempre las dos orejillas puntiagudas y además andurrea con los cuartos traseros como un caballo angloárabe; serán cosas de eso que llaman pedigrí, resultado de cuando Chiwaka se cruzó con…
En fin, no es el único caso en el que el tiempo, sin urgencias, acaba poniendo las cosas en su sitio. En esta época que nos ha tocado vivir, marcada por la inmediatez, exigimos también a las personas respuestas inmediatas sin pararnos a pensar que quizás no estén aún preparadas para esas respuestas, o que, simplemente, necesitan más tiempo… y que eso no es ningún problema. Al contrario, es normal, porque somos y nos movemos en el espacio… y en el tiempo.
Ésa es también una de las claves de la cocina: el tiempo en sus distintas dimensiones. La experiencia, la transmisión de recetas de generación a generación, darle el tiempo necesario a cada cocinado, la paciencia, saber esperar… Ya sabéis que este blog no es precisamente de comida rápida 😉
Por eso, esta receta de lomo adobado que encontramos por Internet, la modificamos con aportando ese ingrediente, el tiempo:
1.- En nuestra carnicería de confianza del mercado, del barrio, del pueblo… compramos un lomo de cerdo para cada cuatro personas, aproximadamente.
2.- Y en la frutería compramos romero, tomillo y orégano, cuanto más frescos, mejor. Para el adobo también necesitaremos pimentón dulce; si no lo tenemos ya en casa de calidad, mejor comprar uno top.
3.- Adobamos los solomillos: para ello, hacemos una mezcla con aceite, pimentón (abundante, al menos tres o cuatro cucharadas por solomillo), romero, tomillo y orégano, e impregnamos con ella los solomillos por toda su superficie.
4.- Salpimentamos los solomillos, ya adobados, por ambos lados.
5.- Tiempo: disponemos los solomillos en una fuente, tapamos y los dejamos reposar en la nevera unas 24 horas para que las hierbas impregnen de sabores la carne.
6.- Al día siguiente, tan sólo nos queda cocinarlos: en una fuente apta para horno colocamos patatas cortadas en rodajas gruesas, salpimentamos y las ponemos al horno hasta que estén tiernas. Cuando están tiernas, ponemos encima los solomillos y cocinamos al horno unos quince minutos (a unos 200 grados, aproximadamente).
7.- Con quince minutos no están cocinados por dentro; lo que hacemos es cortar los solomillos en rodajas gruesas, como de unos dos centímetros cada una, y volvemos a introducir al horno, hasta que veamos que están ya hechos (unos diez o quince minutos como referencia, aunque dependerá de cada horno).
Si los ingredientes son de calidad, sobre todos las especias, conseguiremos un plato con gran potencia y riqueza de sabores que, gracias al tiempo, se habrán fundido como por arte de alquimia en algo más valioso que el oro porque podremos compartirlo y disfrutarlo con familia, amigos y hasta con Chiwaka.
Tiempo al tiempo.