El tomate, duro o maduro
Cuando a mediados del siglo XIX Darwin publicó su teoría sobre la evolución de las especies no habló del tomate rojo. En particular, del tomate rojo y duro. Y es normal porque el tomate rojo y duro todavía no existía; el tomate adquiere el color rojo con la maduración y con ésta se va haciendo cada vez más tierno.
Los tomates rojos y duros responden más bien a los trabajos de Mendel, que si en vez de haber nacido en el imperio austriaco fuera oriundo de Los Palacios y Villafranca, estoy convencido de que hubiera cruzado genéticamente semillas de tomates en vez de guisantes.
La diferencia entre estas dos formas de evolucionar las especies es la intervención directa del hombre en la segunda de ellas. Dice Mari Carmen, mi frutera, que los tomates duros siempre han sido verdes y que cuando un tomate está rojo, es porque está maduro. Al hilo de esta reflexión, añade que hoy en día le piden siempre tomates rojos y duros, y que haberlos, los hay, pero no dejan de ser el resultado de una genética y maduración forzadas.
Pero no queremos –al menos hoy- abrir un debate sobre genética, sino manifestar que esa estética va, generalmente, en detrimento del sabor. Por ello, para esta ensalada proponemos tomates verdes, que empiecen a estar ‘pintones’ y dulces, que serán la base de esta receta que no puede ser más sencilla:
1.- Partimos los tomates, en rodajas o en cuadraditos, al gusto.
2.- Hacemos lo mismo con los aguacates.
3.- Pelamos los langostinos (si los compramos crudos y los cocemos nosotros mismos evitaremos conservantes).
4.- Disponemos todos los ingredientes en una fuente, con la posibilidad de colocarlos sobre hojas de cogollo.
5.- Y aliñamos; para esta ensalada, nosotros utilizamos vinagre de Módena, pero, como siempre, depende de gustos.
¡Salud y hasta la próxima!
Comer con los Esteban 