
El canon de belleza varía en función de la dimensión espaciotemporal, de tal forma que lo que en la Europa del siglo XXI consideramos bello, en las américas precolombinas no despertaría atracción ninguna.
Es más, incluso dentro de los estándares de belleza de nuestra coyuntura espaciotemporal, cada uno de nosotros tenemos nuestros propios gustos y nos sentimos atraídos por personas, objetos, paisajes y sabores diferentes.
Ambas reflexiones nos conducen a una obviedad: la belleza es algo subjetivo. Y sin embargo, siendo conocedores de esta pluralidad, nos empeñamos en encumbrar y admirar lo que los cánones y estándares establecen como bello. ¿Por qué? Quizás la necesidad del ser humano de tener referencias que ayuden a compartir las experiencias y las opiniones, de tener puntos de encuentro o de desencuentro a partir de los cuales pivotar nuestra relación con los demás.
Pero esta necesidad no debe llevarnos a rechazar lo que los estándares actuales no consideran bello o atractivo; todo lo contrario, es una muestra de sabiduría respetar y aceptar a todos y a todo tal y como somos: el canon de belleza puede ser una referencia, pero no un valor.
Decimos esto porque, la verdad, conseguir que un plato de acelgas sea atractivo (según los estándares actuales), difícil es; sacar una foto bonita de una tortilla de acelgas, complicado; que el emplatado sea sugerente, casi imposible. Pero ello no le resta valor a este plato; tampoco se lo aporta. Simplemente, es un plato con el mismísimo derecho que todos los demás a ser considerado.
No hace falta ser muy sabio para darse cuenta de que en las tortillas de acelgas, al igual que en las personas, lo realmente de valor está en el interior.
Y como octubre es temporada de acelgas…
1.- Sofreímos las acelgas
En una sartén grande ponemos un par de cucharadas de aceite y freímos tres o cuatro dientes de ajo en láminas. Antes de que empiecen a dorarse añadimos la acelgas picadas, tanto las hojas como las pencas; las acelgas deben ser frescas, un buen manojo comprado en la frutería, aprovechando que están de temporada; hay que tener en cuenta que al cocinarlas, se reducen mucho en volumen, por lo que debemos echar bastantes acelgas al sofrito.
2.- Patatas fritas
En una sartén aparte o en una freidora, freímos dos patatas medianas en cubos pequeños. No hace falta freír por completo las patatas ya que cuando lleven unos minutos, las sacaremos, le escurriremos el aceite y las añadiremos a la sartén con las acelgas, para que acabe de hacerse todo junto. También es importante estar pendiente de los tiempos, ya que las acelgas se hacen rápido, por lo que no debemos tardar mucho en echar las patatas.
3.- Y hacemos la tortilla
Poco que contar: en un bol batimos los huevos (nosotros, para cuatro personas batimos diez huevos) y cuando están batidos añadimos las acelgas y las patatas; es fundamental escurrirlas bien y quitar por completo el caldo que han ido soltando las acelgas durante el cocinado en el caso de que éste no se haya consumido por completo. Mezclamos las acelgas, las patatas y el huevo, añadimos sal al gusto y… a la sartén.
Podemos optar por hacer una tortilla grande o bien varias tortillas más pequeñas y finas; depende de lo que os parezca más bonito