
Atraparla. Capturarla. Quizás fosilizarla para la eternidad. A la realidad, al mundo. Era más que la obsesión de Elly, se había convertido en su razón de ser. Trasladar al futuro una herencia gráfica de rostros, paisajes, platos de comida, objetos inertes y estampas del cielo.
La cámara fotográfica se había convertido en una prótesis de su mirada, en un apéndice que lo congelaba todo en líneas y colores.
Elly había dedicado al principio una habitación, pero acabó siendo toda la casa, a pegar en las paredes las fotografías que tomaba. En ellas se podía ver la mirada de un amante, el agua de una catarata o una bailarina detenidas en su salto, el humo saliendo de un guiso de fassoulada o estrellas en un cielo aparentemente inmóvil.
Las paredes estaban completamente cubiertas de fotografías e incluso habían empezado ya a taparse una a otras. Y Elly las miraba una y otra vez porque siempre fallaba algo. Los colores no eran exactos, el encuadre era a veces demasiado corto y a veces muy amplio, o al ver el humo de un plato de comida no podía evitar pensar en el olor que transportaba.
Empezó incluso a fotografiar las fotografías y ponerlas encima del original, pero acabó por empeorar las cosas. La distancia respecto a esa realidad que quería inmortalizar era cada vez mayor.
Acabó por rendirse y aceptar que las paredes de su casa no eran un catálogo de los momentos vividos ni de los lugares en los que había estado, tampoco un cementerio de rostros y cuerpos de las personas con las que se había cruzado durante su vida, sino que era más bien un escaparate con objetos nuevos, que ella había creado inconsciente y que ahora parecían mirarla y pedirle explicaciones de qué hacer en el mundo, cómo salir de esa pequeña cárcel cuadrada en la que estaban atrapados.
Derrotada, esperó que llegara la estación de las lluvias y abrió las puertas de su casa, todas las ventanas e incluso hizo agujeros en el techo. El agua se filtró por todos lados y llegó a las paredes, primero arrugando y luego desprendiendo las fotografías, que fueron amontonándose en el suelo. Elly se cubrió entonces con ellas y esperó, esperó a que el agua diluyera los colores y las líneas de aquello que había creado hasta que se fundieron todas las formas en una amalgama de tonalidades, tan solo colores sin figura reconocible, como en la paleta gigante de un pintor abstracto y loco. Entonces se durmió, deshaciéndose también ella en colores sin forma y fundiéndose con el agua que ya escapaba por todos lados, hacia fuera de la casa, para alimentar y teñir la tierra como una acuarela.
Receta de Fassoulada
La fassoulada es un guiso de alubias típico de Grecia; hay varias formas de hacerla, en función muchas veces de la región en la que se cocine, pero nosotros os proponemos esta versión inspirada en la de la isla de Creta.
Se trata de un guiso de alubias con una base de sofrito de verduras. Es una receta muy completa y apta para veganos.
Ingredientes para cuatro personas:
- ½ kg. de alubias blancas
- 1 cebolla
- 4 dientes de ajo
- ½ pimiento rojo y ½ pimiento verde
- 3 pencas de apio
- 4 zanahorias
- 1 cucharada de pimentón dulce
- 1 lata de tomate triturado
- 3 hojas de laurel
- Sal, pimienta
- Opcional: comino
1.- El día anterior ponemos en remojo las alubias. Deben estar al menos ocho horas en remojo.
2.- Al día siguiente preparamos todos los ingredientes y hacemos el sofrito.
3.- En la olla en la que vayamos a cocinar las alubias ponemos un fondo de aceite, con tres cucharadas de virgen extra, y empezamos friendo las hojas de laurel, el apio, la cebolla, los ajos y los pimientos, todo ello muy pequeño. Freímos también las zanahorias, cortadas en rodajas algo más gruesas.
4.- Cuando las verduras empiecen a reblandecerse y la zanahoria a dorarse incorporamos una cucharada de pimentón dulce y, si queremos, otra de cominos molidos. Removemos las especias unos segundos para potenciar su sabor pero sin que se quemen e incorporamos seguidamente la lata de tomate triturado (también podemos usar tres tomates rallados). Incorporamos sal a todo el conjunto y freímos el tomate unos 6 ó 7 minutos, hasta que empiece a oscurecerse, señal de que empezará a estar frito.
5.- Una vez frito el tomate vertemos las alubias a la olla, cubrimos con agua (lo ideal es que sobrepase al menos tres o cuatro dedos de las alubias), añadimos un poco más de sal y cocemos todo el conjunto a fuego medio.
6.- El tiempo de cocción dependerá de las alubias; como referencia, podemos cocer unos cuarenta minutos e ir probando hasta que estén tiernas. Durante la cocción, corregimos el punto de sal si es necesario.
7.- Disfrutar la fassoulada, un tesoro de la sabiduría helenística.