Pan integral de espelta y centeno

Pan integral de espelta y centeno

¿Alguna vez habéis tenido en vuestros brazos a un perrillo recién nacido que acaban de separar de su madre? ¿Habéis visto cómo tiembla? ¿Y el miedo con el que mira? Ese perrillo representa perfectamente la sensación de incertidumbre ante el futuro. ¿Qué va a ocurrir? ¿Qué va a pasar? ¿Estoy seguro?

Se trata de una sensación que los seres humanos, la mayoría, hemos borrado de nuestro día a día porque damos por hecho la supervivencia: ya no tenemos que preocuparnos por sobrevivir.

Damos por hecho tantas cosas… Pero ¿qué ocurre cuando de repente aparece algo imprevisto? ¿Cómo reaccionamos cuando surge esa incertidumbre ante el futuro inmediato?

Es como si ese instinto de supervivencia intrínseco a todo ser vivo, que nosotros habíamos perdido, de repente resurgiera con una incontinencia desmedida, sin mesura, y al haber olvidado qué es tener que sobrevivir, somos incapaces de medir la proporcionalidad y el alcance de nuestras acciones cuando nos vemos en una situación de riesgo.

Y ello en este mundo que hemos construido, en el que nos hemos alejado tanto del planeta que habitamos que hasta hemos perdido la noción de formar parte de él y lo hemos puesto a nuestro servicio, como si fuéramos sus dueños y no una parte más de la red de equilibrios en continuo movimiento que en realidad es la vida en la Tierra.

El ser humano ante la incertidumbre no tiembla como un perrillo recién nacido; el ser humano arrasa. Es capaz de acabar con las existencias de elementos tan dispares como el papel higiénico, las bicicletas estáticas, la harina o la levadura, hasta tal punto que esa conducta aparentemente de autoprotección deviene en una actitud autodestructiva.

En un mundo que hemos hecho insostenible, es solo cuestión de tiempo que esta actitud autodestructiva surta efecto: salvaremos una crisis y otra y otra, como olas en un mar agitado, pero alguna llegará que no podamos saltar y nos lleve por delante. Y entonces seremos nosotros la especie arrasada, como tantas otras especies lo han sido a lo largo de la vida del planeta.

Es algo irracional, no sabemos el por qué, pero a nosotros el hacer pan nos devuelve cierta conexión con la naturaleza, con la Madre Tierra. No sabemos si por el tacto de la masa, por la vida que contiene y cómo se manifiesta al crecer el volumen… Por eso en esta receta os presentamos uno de nuestros panes preferidos, quizás por ser de harinas integrales que contienen mucha vida y ser además dos tipos de harina que han estado mucho tiempo ocultas bajo el paraguas de la harina de trigo.

Pan integral de espelta y centeno:- 500 gramos de harina de espelta integral- 100 gramos de harina de centeno integral- 350 ml de agua- 2 cucharadas de café de azúcar (preferiblemente, azúcar moreno de caña)- 2 cucharadas de café de sal- 1 chorrito de aceite de oliva- 1 sobre de levadura de panadería

1.- Si disponemos de una panificadora, robot de cocina o similar, ponemos todos los ingredientes y… a amasar. Nosotros solemos ponemos primero el agua, a continuación las harinas y por último el resto de ingredientes.

Si no disponemos de ningún robot de cocina, nos tocará amasar a mano pero ya os adelantamos que este contacto directo con la masa no es ningún sacrificio; más bien al contrario, es una oportunidad fantástica para disfrutar del sentido del tacto y el retorno a los orígenes.

2.- Cuando esté bien amasado el conjunto, lo colocamos en un tupper y lo cerramos herméticamente. Si podemos dejarlo de un día para otro, con al menos doce horas de reposo, perfecto. Si tenemos prisa, algo no recomendable para disfrutar de la cocina, dejaremos reposar al menos entre dos y tres horas, hasta que veamos que la masa ha crecido. En cualquier caso, debemos tener en cuenta que esta masa no crecerá tanto como las masas de pan blanco.

3.- Volcamos la masa en la bandeja de horno, sobre la que habremos colocado un papel de horno, le damos la forma deseado (por ejemplo, de hogaza) y dejamos reposar otra media hora al menos, cubriéndola con un paño de cocina o similar.

4.- Precalentamos el horno a 220º con las dos resistencias encendidas. Quitamos el paño de cocina que hemos puesto sobre la masa y hacemos 3 ó 4 cortes superiores en la masa, para que la miga pueda expandirse. Los cortes deben cortar la superficie de la masa.

5.- Espolvoreamos con un poco de harina de centeno y… al horno.

6.- Cocemos a 220ª durante diez minutos, tras los cuales bajamos la temperatura a 200º. Vigilaremos el proceso de cocción del pan, ya que debe estar en el horno entre 40 y 50 minutos y hay que evitar que se tueste demasiado por fuera y quede crudo por dentro. Si vemos que es necesario bajar otra vez la temperatura para evitarlo, lo haremos para evitar que se queme.

7.- Con 50 minutos debe estar perfectamente hecho; lo sacamos y dejamos reposar para que se acaben de fusionar bien todos los matices.

Os confesamos que es uno de nuestros panes preferidos.

Ah, un truco que ya algunos de vosotros ya sabréis: cuando metamos el pan en el horno podemos poner también en la base del horno un vaso con agua o un recipiente apto para horno con agua, para que le aporte humedad y así conseguir una mejor textura en la corteza.

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