En nuestro imaginario, las torrijas nos remiten a épocas pretéritas, a tiempos en los que la tradición y la identidad colectiva nos invitaban a sentarnos alrededor de una mesa a compartir momentos, a compartir tiempo, y celebrar la supervivencia del grupo un año más.

Algo que tenemos en común las distintas especies con cierto grado evolutivo es la necesidad de pertenencia a un grupo, a una manada, para sobrevivir física y psicológicamente. Al igual que el Universo se mueve gracias al intercambio y la transformación de la energía, en la tribu todos los individuos aportan a la colectividad para también recibir de ésta.
Este equilibrio, en continuo ajuste, se pervierte cuando el individuo solo pretende recibir beneficios y olvida la necesidad de aportar recursos para la supervivencia colectiva. O viceversa. Cuando esto ocurre, en este tablero de derechos y deberes el individuo percibe los deberes no como un compromiso sino como algo impuesto y la tribu se convierte en un ente difuso contra lo que rebelarse.
Esto deviene en manifestaciones y movimientos antisociales que encandilan con el derecho a todo, incluso al uso de la violencia, y apuntan a la destrucción del grupo. Ante la eclosión de estos movimientos antisociales, las grandes tribus contemporáneas afrontan el reto de abrir nuevas vías de convivencia en las que sea, de nuevo, el equilibrio el que establezca las reglas de juego: ni el individuo por encima de la manada, ni la manada por encima del individuo.
Para ello, afrontan otro gran reto como es regenerar el concepto de “lo público” y volver a darle valor para que el individuo perciba qué recibe de la manada y, como respuesta, asuma los deberes como un compromiso y no como una imposición. Parece complicado mientras en la forma de organizarse se sigan utilizando referentes como “izquierdas”, “derechas” o “centro”, entre otras, que ya no parecen responder a los desafíos de las manadas contemporáneas.
Os animamos a que hagáis y degustéis estas torrijas con un ligero sabor a miel que evoca los orígenes de nuestra relación con otras especies y con el planeta, y nos remiten a tiempos pretéritos en los que compartíamos derechos, deberes y tiempo alrededor de una mesa con nuestra tribu.
Receta las torrijas
● 1 barra de pan de molde para torrijas
● 500 ml de leche
● 2 huevos ecológicos
● 2 barritas de canela en rama
● La cáscara de un limón
● Esencia de vainilla
● 250 gramos de azúcar blanca
● 3 cucharadas de canela en polvo
● 50 gramos de miel
● Aceite girasol para freír las torrijas
1.- Empezamos por hacer una infusión con la leche, la canela en rama, la cáscara de un limón y la esencia de vainilla. Para ello calentamos la leche con éstos ingredientes en un cazo, sin que llegue nunca a hervir, y justo antes de que entre en ebullición, apagamos y dejamos enfriar.
2.- Preparamos también el almíbar de miel. Para ello, en otro cazo ponemos a calentar a fuego suave unos 350 ml de agua, los 50 gramos de miel, una cucharada de azúcar y si queremos, podemos añadir una cucharadita de coñac o de vino dulce. Calentamos y removemos continuamente hasta que estén todos los ingredientes integrados.
3.- Esperamos a que se enfríen la infusión de leche y el almíbar.
4.- Una vez que ambos se han enfriado, batimos los huevos.
5.- En otro recipiente mezclamos el resto del azúcar y la canela en polvo.
6.- Para hacer las torrijas, primero las pasamos por la infusión de leche, a continuación por el huevo batido y entonces las freímos por ambos lados en el aceite de girasol, a temperatura media-alta, hasta que la rebanada de pan adquiera un color dorado. Para ello es importante ir friéndolas una a una.
7.- Una vez que estén fritas, las pasamos a una fuente con un papel de cocina para quitarles el exceso de aceite y las rebozamos de nuevo, en esta ocasión en la mezcla de azúcar con canela en polvo.
8.- Ahora sí, las pasamos a la fuente definitiva y las rociamos ligeramente con el almíbar de miel, para que queden jugosas pero firmen, para que no se deshagan por un exceso de humedad.
Si habéis llegado hasta aquí, os dejamos otro truco: utilizar miel ecológica, que es mucho menos dulce que las artificiales puesto que no lleva azúcar añadido y nos propone una relación de respeto y convivencia con las abejas.